tlapohuali*
19 de
septiembre de 2017
Natalio
Hernández
Para
Gonzala Hernández†
mi madre.
mi madre.
--- I ---
Eran las 11
antes del meridiano
cuando sonó la alarma.
Yo acababa de salir
del templo de la oración
cuando esto aconteció.
No se asuste
—una señora me dijo—
es tan sólo un simulacro.
Dos horas después
caminando llegué
para revisar el contenido
Un libro que relata el
origen
de nuestros ancestros,
los antiguos mexicanos.
En esos instantes
otra vez
sonó la alarma.
Y enseguida
vibraron las puertas.
Como una flecha,
me arrojé hacia el patio:
Tonati, Yohuali y Carlita
asustados corrían,
sollozaban
con la cola entre las
patas.
Al verlos en tal estado
los llamé y los abracé.
No tengan miedo —les dije—
no va a pasar nada.
Para entonces,
la casa naufragaba,
los árboles se mecían,
los postes de luz y de
teléfono
rechinaban.
Una maceta de gran tamaño
se derrumbó.
Sentí que la tierra
se hundía.
Y yo estaba solo.
Solo con mis perros,
abrazándolos,
todos en cuclillas.
Mientras tanto,
rezaba en silencio.
Me sentí tan diminuto
inútil, indefenso,
ante la fuerza de la
naturaleza.
La Madre Tierra
—pensé—
se está moviendo,
trata de guardar el
equilibrio
para protegernos,
proteger a sus hijos.
--- II ---
¿Cuántos murieron?
Aún no lo sabemos.
Lo cierto es
que el sismo de 7.1 grados[3]
nos despertó;
despertó nuestra conciencia
dormida.
Un sueño que había durado
cinco siglos
desde que surgió
el Quinto Sol;
que nuestros ancestros,
los antiguos mexicanos,
Por eso —pienso—
que el sismo volvió a
conectarnos
con nuestro pasado
para entender nuestro
presente.
--- III ---
Iluminados por la luz
del nuevo amanecer
la gente caminó
por las calles
de la Ciudad
de Mexihco-Tenochtitlan.
Y encontró
a su paso
templos dañados,
escuelas derrumbadas,
casas colapsadas y
destruidas.
Niños, jóvenes, adultos
y ancianos
yacían bajo los escombros
algunos con vida,
otros heridos,
muchos ya muertos.
Y la gente clamaba, decía:
perdí mi casa
perdí a mi hijo
perdí a mi hermano
perdí a mis padres.
Tengo que volver a empezar
para reconstruirme
—muchos decían—
para volver a construir
mi casa,
mi patrimonio, mi sueño,
mi identidad.
--- IV ---
Han pasado
y seguimos haciendo
el recuento de los daños
en la antigua y moderna
Ciudad de Mexihco-Tenochtitlan
lugar donde
—en nuestro imaginario colectivo—
—en nuestro imaginario colectivo—
sigue posándose el águila
devorando una serpiente
sobre un nopal.
recorren la ciudad herida,
dañada por el sismo.
Ayudan a los niños,
que no duermen,
a consolar a los ancianos
y a construir entre todos
un nuevo horizonte,
una nueva esperanza.
--- V ---
Los daños materiales
aumentan
la energía que brota
de nuestro interior,
continúa debilitándose.
El miedo
es nuestra sombra
que nos persigue
que nos asusta
que nos mantiene
en vigilia.
No obstante
una voz que emerge
de los escombros
de las entrañas
de la Madre Tierra
Totlalnantzin
grita, nos convoca,
nos anima:
Amo
ximahmahuica
No tengan miedo
Amo
xichocatiacah
Detengan el llanto
Ximoquetzacah
Levántense
Ximoyolchicahuacah
Fortalezcan sus corazones
Mexihco
quipia xicnelhuayotl
México tiene raíces
antiguas
Quipia
tlahtolyotl
Tiene historia
Melahuac
yolchicahuac
En verdad tiene fortaleza
Mexihco
totlalnantzin
Nuestra nación mexicana
Quetzalapa,
Puebla, 4 de octubre de 2017